Cuando entro en la pequeña habitación, profano sin querer la incipiente oscuridad del atardecer con la tenue luz de la vela. Frente a mí, observo la ventana entreabierta y las cortinas semitransparentes. Tras ellas, el aire mece suavemente las copas de los árboles y una bandada de pájaros dibuja sobre el paisaje esa sorprendente coreografía que siempre nos pasa desapercibida. La habitación está vacía, excepto…
Es una vieja mesa, cerca de la ventana. Sobre ella, un libro de piel con tapas doradas. Cuando dejo descansar la palmatoria sobre la mesa, la luz inconstante proyectada por la vela me permite advertir que mesa y libro están cubiertos de una espesa capa de polvo, acumulado durante años.
Este libro parece muy antiguo. Tanto, que quizás ya se extinguieron todos los recuerdos vivos que existieran de él. Sobre sus tapas veo, grabado en oro, un enigmático escudo de armas y una sorprendente leyenda: “Ovum Mandat”.
Ha transcurrido un rato y aún no me he atrevido a tocarlo. Ciertamente, cuando lo haga el polvo me recordará mi alergia, pero no me he detenido por eso. En este momento, no sé si estoy preparado, siquiera si tengo derecho a invadir las intimidades que, quizás, atesora este curioso ejemplar.
De repente, la brisa caprichosa se ha transformado en ráfaga, ha sacudido las cortinas y ha desplazado la tapa del libro, abriéndolo bruscamente. Un grupo de hojas empujadas por el viento ha empezado a bailar a capricho hasta que la brisa ha recuperado su calma, y entonces me doy cuenta de que el destino ha abierto el libro para mí en una página concreta.
Sin duda, soy un hombre afortunado. En los próximos minutos, me serán desvelados algunos secretos que quizás no estén hechos para el común de los mortales. Me acerco y observo atentamente.
¡Continúa con el video! |
FIN