EMINOLDO | ¡Asistidme, inspiración! |
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PERO | Vana es la invocación, que he de ser yo vuestro numen por que apliquéis el cacumen a hacer de versos cardumen, henchidos todos de amor, prendidos de gran ardor. |
EMINOLDO | Mucho estáis, don Pero, errando. |
PERO | Mucho estoy ya disfrutando con inflamaros el estro y aupar el talento vuestro a cotas muy elevadas, todavía inexploradas. |
EMINOLDO | Conservad esa postura. Tened quieta la figura que ya me viene la musa, y de paciencia no usa. |
(Tras un pequeño silencio, en el que Pero se mantiene quieto, como posando para una pintura). | |
PERO | ¿Os inspira este perfil, esta tez como marfil, esta postura de alfil? ¿O encontráis más adecuado que me ponga de este lado? |
EMINOLDO | ¡Teneos, teneos, que me viene! Y lo que ahora conviene es que yo presto me acorra pues que la musa no ahorra en voluntad fugitiva y puede hacérseme esquiva. |
(Eminoldo empieza a escribir mientras Pero lo observa y habla para sí). | |
PERO | Hete aquí que estoy posando. Y mientras él va encajando sus versos con gran maestría, voy sintiendo una ardentía… Y no es daño estomacal, sino que es muy otro el mal que me produce este ardor, pues que mi mal es de amor, y es por este trovador. (Suspira y lo contempla, extasiado). Hechízame ese fulgor que desprende su figura, su gallarda donosura, y esa tan grande ternura que concentra en su mirada. ¡Heme aquí, esclavizada! (Suspira). He de lanzarme y hablarle. He de atreverme y contarle. (A Eminoldo). No es que quiera perturbaros sino que, más bien, guiaros por que resulte el relato un acertado retrato que refleje, en lo posible, la parte menos visible de lo que ha dado en ser este ser que es el ser mío, la que vos no podéis ver y yo enseñaros ansío. |