Sonoros, ilustres, evocadores…
El padre de Endrina se llama Ronulfo. Aunque su resonancia es muy adecuada al contexto de la obra, resulta ser uno de los escasos nombres comunes que aparecen en ella. Es decir, que cada día salen a la calle personas que se llaman Ronulfo, sobre todo en zonas de Latinoamérica, aunque en España es menos frecuente.
En cuanto a Plocia (la sirviente y aya de Endrina), tiene el honor de portar el mismo nombre de una entrañable y conocida calle del casco antiguo de la ciudad de Cádiz. Su origen es Plocia Hieria, descendiente de familia hispanorromana nacida en Cádiz, que según las crónicas fue amante e inspiración continua del poeta Virgilio.
Los nombres de las primas (Cecina, Catrina, Carina y Ballerina) también parecen escogidos por su sonoridad, asunto este de capital importancia en una obra escrita en verso. En efecto, estéticamente los nombres de las damas dan mucho juego, y Águeda juega con ellos en varias ocasiones, hasta el punto de conseguir el efecto poético de la aliteración cuando se nombran consecutivamente. Ya en un momento posterior, uno de los personajes critica lo agotador que resulta ese mismo efecto. Y es que los nombres de las primas revolotean por el aire como revolotean ellas mismas cuando están juntas haciendo de las suyas.
En cuanto al trovero Eminoldo, es otro de esos enigmáticos personajes que no tiene reflejo en la realidad. Cómo surgió el nombre de este personaje es un pequeño secreto que nuestra autora guarda celosamente en el momento de escribir estas líneas, y que ella explicará en su momento…, si quiere.