Buscando pareja al estilo palaciego
Una joven acomodada que había alcanzado la edad fértil y seguía metida en casa de sus padres no era sino una boca más que alimentar, sin más futuro que encontrar al hombre que se hiciera cargo de ella. Por tanto, conseguir un buen marido, que al menos le permitiese mantener el estatus, era todo un reto, y a este propósito dedicaban las jóvenes gran parte de su tiempo y esfuerzo.
Al margen de esto, la vida de las damitas de buena posición, sin otro deber que las reclamara, debía transcurrir inmersa en una comedida educación, primorosas e inútiles manualidades, tediosos compromisos sociales y, cuando había suerte, entretenidos cotilleos de jardín. Exceptuando a Catrina, cuya personalidad merece mención aparte, las primas de “El huevo de Rolando” están diseñadas conforme a estas premisas.
Cuando irrumpen en escena, la relación entre las cinco chicas (Endrina, Catrina, Carina, Ballerina y la tierna Cecina), sus afanes e inquietudes, su encantadora frivolidad, su aparente ingenuidad ante el verdadero sufrimiento, nos recuerdan a las damitas que veíamos en otros mundos idílicos creados para ser escenificados, como el del musical «Siete novias para siete hermanos». Pero no todas son meras comparsas. Catrina y Cecina tendrán un papel muy específico (e inesperado) en nuestra historia, pero eso forma parte de las sorpresas que tendrás que descubrir mientras disfrutas de la lectura.